jueves, 16 de agosto de 2012

Jaques Le Goff - La civilización del occidente medieval - Entre la tierra y el cielo: los ángeles



JAQUES LE GOFF - LA CIVILIZACIÓN DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

ENTRE LA TIERRA Y EL CIELO: LOS ÁNGELES

En esta sociedad los hombres, a decir verdad, cuentan con protectores más vigilantes y más asiduos que los santos o los reyes sanadores a los que no siempre tienen la fortuna de poder encontrar a cada instante. Esos auxiliares infatigables son los ángeles. Entre el cielo y la tierra hay un ir y venir constante. A la cohorte de los demonios, que caen sobre los hombres cuyos pecados los atraen, se opone el coro vigilante de los ángeles. Entre el cielo y la tierra se levanta la escala de Jacob, por donde suben y bajan sin cesar en dos columnas las criaturas celestes, de las cuales la que asciende simboliza la vida contemplativa y la que desciende, la vida activa. Los hombres, con la ayuda de los ángeles, ascienden por esa escala y su vida no es más que esta escalada sembrada de caidas y recaidas de la que el Hortus Deliciarum de Herrade de Landsberg dice que ni siquiera los mejores son capaces de alcanzar en esta vida el último peldaño, mito de Sísifo cristianizado que materializa la experiencia decepcionante aunque embriagadora de los místicos.
Cada uno tiene su ángel y la tierra de la Edad Media está ocupada por una doble población: los hombres y sus compañeros celestes, o más bien por una triple población, porque a la pareja del hombre y del ángel hay que añadir el mundo de los demonios siempre al acecho.

Esta es la alucinante compañia que nos presenta el Elucidarium de Honorio de Autun:

- ¿Tienen los hombres ángeles guardianes?
- Cada alma, en el momento de ser infundida en un cuerpo, queda confiada a un ángel que debe incitarla siempre al bien y dar cuenta de todas sus acciones a Dios y a los ángeles del cielo.
- ¿Están los ángeles constantemente en la tierra junto a aquellos a quienes guardan?
- Si es preciso acuden en su ayuda, sobre todo si se les ha invitado por medio de oraciones. Su venida es inmediata ya que en un instante pueden venir del cielo a la tierra y volver a él de nuevo.
¿Bajo que forma se aparecen a los hombres?
-Bajo la forma de un hombre; el hombre, por ser corporal, no puede ver a los espíritus. Así pues, adoptan un cuerpo aéreo que los hombres pueden ver y oir.
- ¿Existen demonios que acechan a los hombres?
- En cada vicio mandan unos demonios que tienen a sus órdenes muchísimos otros, innumerables, y que incitan constantemente a las almas al vicio y dan cuenta de las malas acciones de los hombres a su príncipe...

De este modo, los hombres de la Edad Media viven bajo ese doble espionaje permanente. Jamás están solos. Nadie es independiente. Todos se hallan atrapados en una red dependencias terrestres y celestes. ç

Por lo demás, la sociedad celeste de los ángeles no es sino la imagen de la sociedad terrestre, o más bien, como piensan los hombres de la Edad Media, ésta no es sino la imagen de aquella.
Gerardo de Cambrai y de Arras afirmaba en 1024: "El rey de reyes organiza en órdenes distintos lo mismo a la sociedad celeste y espiritual que a la sociedad terrestre y temporal. Reparte según un orden maravilloso las funciones de los ángeles y las de los hombres. Fue Dios quien estableció órdenes sagrados en el cielo y en la tierra."

Esta jerarquía angélica cuyo orden puede hallarse en san Pablo fue elaborada por el pseudoDionisio Areopagita, cuyo tratado De la jerarquía celeste, tradujo Escoto Erigena al latín en el siglo IX, pero no caló en la teología y en la espiritualidad occidentales hasta la segunda mitad del siglo XII. Su éxito iba a ser inmenso; se impone a los univversitarios del siglo XIII con Alberto Magno y Tomás de Aquino a la cabeza, y hasta el mismo Dante está impregnado de ella. Su teología mística se convierte facilmente en una imaginería popular que le proporciona una resonancia extraordinaria.

Esta concepción paralizante que impide al hombre atentar contra el edificio de la sociedad terrestre sin hacer vacilar al mismo tiempo la sociedad celeste, que aprisiona a los mortales en las mallas de la red angélica, añade al peso de los amos sobre los hombros de los hombres la pesada carga de la jerarquía angélica, de los serafines, de los querubines y de los tronos, de las dominaciones, de las virtudes y de las potestades, de los principados, de los arcángeles y de los ángeles. Los hombres de la Edad Media se debaten entre las garras de los demonios y la traba que suponen esos millones de alas que baten tanto en la tierra como en el cielo y hacen de la vida una pesadilla de palpitaciones aladas. Porque la cuestión no estriba en que el mundo celeste sea tan real como el terrestre, sino en que no constituyen más que un sólo mundo, en una inextricable mezcla que aprisiona a los hombres en las redes de un sobrenatural viviente.

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